17 mayo, 2011



El feminismo no es un cuento.

Todo comenzó un domingo de abril, sin saber cómo, cogí la escoba, y fui agrupando las migas que habían caído al suelo de la cocina; al recoger el pequeño montón, escuché una exclamación de apoyo y aprobación de mi mujer. A este primer hito se fueron uniendo otros, bajar la basura, preparar el desayuno, fregar, quitar la mesa, atender el tiempo de cocción de la olla a presión, etc.,…Las palabras de ánimo hicieron mella en mi autoestima y fui arrimándome a la “Vitro”, primero para ver y más tarde para hacer mis primeros pinitos como cocinero; todo un “Arguiñano”, me decía para mí mismo.

Con la práctica fui adquiriendo destreza, “feminista” me decían mis amigos, y hoy estas habilidades son mi mejor patrimonio frente al estado en que me encuentro después de que mi mujer se haya ido con mi mejor amigo. No quiero ni pensar qué sería de mí si no hubiese comenzado ese domingo de abril a coger la escoba. Planteé retrasar la separación, para soltarme en lo de la plancha, pero las cosas son como son.

Hoy, echando la vista atrás, puedo decir: ¡Con el feminismo todo son ventajas!

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